¿DÓNDE ESTÁS?

¿Dónde estás?
Si
hay preguntas reveladoras, esta es una de ellas. « ¿Dónde estás?» esa fue la
pregunta del Creador para Adán. Pero no creas, esa pregunta no fue movida
porque el omnisciente tuviese necesidad de saber la ubicación del hombre en el
huerto. Esa pregunta solo fue lanzada para que este pudiese llegar al
reconocimiento de su realidad. Es una pregunta que te confronta, que hace que
evalúes tu lugar, rompe con tiempo y espacio. Es una pregunta de existencia, de
condición. «Sé que estás entre los árboles, pero ¿tú sabes dónde estás?».
La
primera reacción de Adán y Eva fue la de cubrir su desnudez con hojas. Esta solución
solo maquilló la realidad y no permitió que se hicieran cargo del verdadero
problema. Su salida fue un calmante para el síntoma pero no un remedio a la
enfermedad. Sin la intervención de Dios estos hubiesen pasado el resto de sus
vidas cubriéndose con higueras. Por eso fue necesario que Dios saliera al
encuentro.
DIOS
viene siendo ese despertador de conciencia, que si Él no interviene en la vida
humana no podríamos darnos cuenta de nuestra condición. La escritura nos dice
que es el Espíritu el que convence al mundo de su pecado. El Espíritu redarguye
en nuestro corazón, examina nuestra conciencia. Su pregunta socavó todas las
justificaciones de Adán y lo puso de cara con la verdad. Es necesaria una
pregunta, una tan poderosa que nos ponga de cara con nosotros mismos y con lo
que somos. Me pregunto si Adán y Eva hubiesen reflexionado sobre su situación si
el silencio de DIOS fuese prolongado. ¿Hasta dónde podrían llegar haciéndose creer
que todo seguía como antes? Y es que nuestra inclinación a respuestas rápidas y
simplistas puede sorprendernos. «Si el problema es que estamos desnudos,
cubramos nuestros cuerpos con hojas.»
Para
ese momento ser conscientes de la desnudes era quizá el problema menos
significativo. El verdadero problema se había ocasionado en lo más profundo de
cada uno. En un área tan sensible e intangible que la reparación de ese daño
tardaría miles de años.
Podemos
ir por la vida tapando lo emergente, con soluciones superficiales a nuestros
problemas. Distractores que nos aliviarán la conciencia por unas horas, pero
hasta que no tengamos una conversación seria y real con el Creador no podremos
ver la dimensión y la profundidad de aquello a lo que nos enfrentamos.
Quiero
que sepas dónde estás y cómo llegaste a convertirte en la persona que eres
ahora. Y allí viene la declaración de reconocimiento. Viene la luz de la
verdad. Una verdad que abre la posibilidad para una solución real. Cuando nos
atrevemos a decir la verdad, creamos puertas para la solución.
“oí tu voz en el jardín y tuve miedo,
pues estoy desnudo…”
Aquí
tenemos a Adán reconociendo su verdadera condición. A pesar de tener su traje
de higuera, Adán sabe que está desnudo. Pero esa desnudes ya no solo implica un
cuerpo descubierto sino un alma expuesta, desprotegida. Y esa, esa es la verdad
que no se quiso ver cuando trataron de cubrirse con lo primero que se les
cruzó. Entonces allí está, vulnerable, expuesto. Sabiendo que algo mayor está
pasando. Saliendo de su escondite, mostrando la verdad. Quitando las máscaras y
siendo tal cual es.
Ahora
Adán entra en el camino de la libertad, la verdad te va liberando. No tendrá
que seguir con la farsa y es que cuando tienes que estar aparentando te haces
un esclavo de la mentira. Las mentiras son dañinas en todas las direcciones.
Construir una vida sobre mentiras es edificar en un castillo de naipes, tarde o
temprano todo se vendrá abajo.
¿Cómo sabes que estás desnudo?
Lo curioso es que Dios sabe todo lo que ha
pasado. Pero si realmente quiere levantar a Adán, son necesarias estas
preguntas. Dios no es quien aparece impartiendo juicios por doquier. Nuestro
Creador es uno que está ocupado en nuestra redención, nuestra restauración es
su prioridad. Para ello será más que necesario un acto de reconocimiento sobre
lo que hemos hecho. Si la respuesta es la verdad, la solución está presente. A la
verdad de Adán está la solución de Dios. “hice
lo que me dijiste que no debía hacer” por qué nos cuesta decir que lo hemos
hecho mal, que los problemas de guerras, conflictos y pleitos entre nosotros
solo refleja todo lo que hemos hecho mal, y hasta que no lo reconozcamos no
podremos ver la solución que tiene el Creador del universo frente a nosotros.
Dios
ahora se hace cargo de proteger la desnudes del ser humano. El Creador se ha
hecho cargo de nosotros. Ven, sal tranquilamente de tu escondite, que este
encuentro con el Creador no es para un castigo, es únicamente para brindarte
ayuda. Deja que Él sea quien te cubra ahora. Deja que Él sea quien te proteja.
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