HOMBRES ORDINARIOS, DIOS EXTRAORDINARIO




Siempre pensé que aquellos hombres que aparecen en el salón de la fe del libro de hebreos en el capítulo 11, eran personas extraordinarias, que sus cualidades no podían encajar en la de gente común. Eso me mantuvo frustrado por mucho tiempo porque no lograba parecerme en nada a estos “súper hombres”. Quizás tú, mientras lees estas primeras palabras te sientes identificado con este sentimiento y quiero aliviarte con esto.

Somos muy idealistas a la hora de leer las historias bíblicas, las imaginamos fantásticas, idílicas, algo parecido a los cuentos mitológicos de los griegos. Hombres extraordinarios haciendo cosas extraordinarias. Pero, ¿qué pasaría si viéramos estas historias desde una mirada más humana? Si al valiente Noé, que se atrevió a desafiar todo pronóstico y en el espacio de su patio construyó un barco enorme, con la loca idea de que llovería; Si a este Noé lo viéramos luchando contra su propia declaración, como diciendo: -¿qué clase de locura es esta?- ¿y si pasamos el momento épico de lluvia por todas partes y a Noé con su familia dentro esperando que todo pase y lo vemos después, junto a su viñedo, ebrio, y con su moral un poco confusa? El hombre con el cual Dios decidió comenzar una historia nueva de la humanidad después del sacrificio se va a embriagar en su viñedo hasta un punto que uno de sus hijos ve su desnudes, un asunto moral muy difícil de tratar en este momento. Historias detrás de las historias, pero aun así por su acto condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe.

Ahora tenemos a Abraham, el padre de la fe, hizo mérito para llevarse ese título. Deja todo lo que tiene por una tierra que no conoce, siguiendo la voz de un Dios que nunca ha visto. Lo vemos también subiendo decididamente el monte Moriah con la plena certeza que lo que Dios le había pedido sería llevado a cabo sin titubeo. ¡Hombre de la fe! Parece que nada lo hace dudar, espera, espera… Repasemos la historia, este mismo hombre fue el que mintió ante un gobernante pasando a su esposa como su hermana por miedo a que le hicieran daño. Se adelantó a los planes, tuvo un hijo con la mujer que no debía. A este hombre se le dieron descendientes tan numerosos como las estrellas del cielo y se le asignó el título del padre de la fe.

Seguiremos con nuestro paso por el salón de la fama, tenemos al heredero de las promesas de Abraham, a Isaac, junto con su padre aprendió la obediencia, aunque no fue solo eso, también lo vemos aplicando la misma estrategia  cuando le preguntaban acerca de su esposa, “ella es mi hermana” replicaba porque le daba miedo a causa de su belleza. Tenemos a Jacob, acusado de engaño, con hijos que provocaron una masacre. A Moisés, que tenía que hablar a la roca pero en un momento de rabia la golpeó. A Rahab la Ramera, a Rut la Moabita, a David, quién cometió homicidio premeditado, a Salomón quien se desvió de sus caminos a causa de una mujer extranjera.

 Sin ahondar en más personajes, así nos vamos dando cuenta que si a estas historias las vemos desde una perspectiva más humana, estos hombres no parecen ser tan extraordinarios. Todos los sucesos de estas historias acontecieron en momentos muy ordinarios de forma ordinaria con personas ordinarias. Con fallas, con miedos, dudas, áreas frágiles que los dejaban expuestos a ser criticados. Pero con algo irreprochable, con una ventaja sobre todas sus fallas, eran guiados por un Dios extraordinario, un Dios que obra de forma perfecta, en el cual no existe la mínima casualidad, todo gira en torno a propósitos que viven dentro de propósitos más grandes. Un Dios que hizo con hombres ordinarios cosas extraordinarias. Puso a templar a los poderosos de la tierra, abrió mares, derrumbó murallas, destrabó el cielo en favor de su pueblo, hombres ordinarios en la mano de un Dios extraordinario.

Cada día que pasas, es un día común, no esperes que sea un día épico para saber que es un día especial, esas cosas no existen, lo que debes hacer es cambiar la mirada con la que ves las cosas y comenzar a darte cuenta que detrás de cada suceso hay un Dios maravilloso obrando. Sí, sé que estamos de acuerdo en que somos ordinarios, muy ordinarios, pero eso no es lo importante cuando se trata de Dios. El conoce que somos polvo, sabe de qué estamos hechos, conoce los rincones de nuestra alma, sabe de cada palabra equivocada, pero aun así al final del día nos hace una simple pregunta y esto pone por poco cualquier cosa que haya pasado. ¿Todavía me amas, simón hijo de Jonás?

La exigencia no es mucha, ser una persona común, es parte del requisito, tener errores, el ingrediente perfecto, querer regresar, ¡por favor! Justo lo necesario. Así y solo así se podrá decir que todo es parte de la obra de un Dios extraordinario.

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