LLAMADO A LA SANTIDAD
Podemos
partir desde la pregunta central que nos compete: ¿Qué es santidad? A ello de
seguro nos resultarán varias posturas. Varios argumentos serán notorios. Los
ancianos tendrán su mirada de la santidad, los adultos otra y así mismo los
jóvenes. ¿Quiénes tendrán la razón? ¿O todos construiremos un ideal comunitario
de santidad? Lo cierto es que nadie podrá ser más santo que el Creador. La
santidad del Creador está en una dimensión diferente. Aunque si la encerramos
en conductas, él se autodefine como un Dios diferente a los dioses paganos y
allí él fundamenta su santidad. (Levíticos
19:2 BLS)
Las
discusiones sobre la santidad han sido muchas, unos se van inclinados a los
rituales, otros a la apariencia. Otros se quedan en el limbo de una idea
metafísica y abstracta. Algo de lo que se habla pero que se desconoce. Hablar y
hablar de santidad sin hablar sobre santidad. ¿A qué viene esto de la santidad?
¿Cuáles serán sus demandas, sus exigencias, qué es lo que realmente esta requiere
para que se pueda llegar a su eje central?
La
santidad no es una opción, puede ser una declaración cierta, cargada de mucho
sentido. Pero también puede ser lo contrario. La santidad no es una opción,
depende ¿depende de qué? De qué es lo que estás buscando. Atrevernos a decir
que toda la humanidad busca de manera general lo mismo, es arriesgado.
Atrevernos a decir que todos los que van a la iglesia están, de forma
consciente buscando lo mismo, es osado pero concienzudo. Ahora, si todos
buscamos a Cristo y una vida en lo por venir entonces, sí, definitivamente sí,
la santidad no es una opción. Es fundamental para todo aquel que quiera
perfeccionar su vida para el mundo por venir. Es indispensable para aquellos
que han aceptado ser parte de un pueblo diferente a los otros pueblos.
Es una
opción no concebible para aquellos que eligieron el otro sendero. El de la
conducta sin forma. Una conducta de impulso, sin dominio, sin restricción. Y es
cierto, todos aquí pueden vivir cómo quieran, pero también es cierto que hay
formas de vida que para nada son provechosas.
La
santidad es el marco de acción, los límites de la conducta. Los fundamentos de
la moral regidos bajo la legislación del Espíritu. Esta santidad tiene una
razón de ser, una que la hace imprescindible del día a día. Mantener al hombre
en un camino de rectitud. El camino de la buena y verdadera vida humana.
El ser
humano fue creado perfecto, a imagen y semejanza del Creador, con la capacidad
de imitar pero con la libertad de elegir. Se le dejó un marco, uno donde
pudiese elegir entre lo que es bueno y lo que es malo. Pero al fin y al cabo,
elegir, y cuando se trata de elecciones, no siempre acertamos en todo. No
cuando la percepción de lo bueno ya no es tan bueno y lo malo no es tan malo.
Cuando se pierde la precisión y llegan los intermedios. Cuando las líneas se
hacen delgadas y por ende peligrosas. Una línea que te conduce al legalismo,
condenar a los que se roban 5 millones pero justificar cuando nos quedamos con
100 pesos que no nos pertenecen. Condenar al que fornica pero codiciar con
nuestra mente lo que no es nuestro, condenar a los que insultan pero justificar
nuestras mentiras y calumnias. Condenar a las que usan otro tipo de vestuario
pero cargar con la inmoralidad en el corazón. Cuando se aliviana el concepto ya
no sabemos ni de qué estamos hablando ni contra qué estamos luchando.
Elegir,
un tema de mente y cuerpo. Un tema de razón y corazón. De instinto y dominio.
Un tema de voluntad, aquello entrelazado en el núcleo del alma. Cuando eliges
mal, surgen consecuencias al igual que cuando eliges bien. Dicen los antiguos
que Dios en principio quiso darle las escrituras y todas sus ordenanzas a toda
la humanidad pero esta lo rechazó y por ello es que se toma a un pueblo
específico para hacerlo su pueblo y él llega a convertirse en su Dios.
El
Apóstol Pablo nos muestra una humanidad que decidió vivir en una libertad
pervertida. Una libertad sin responsabilidad, sin consciencia, entregada a sus
instintos y a sus depravaciones mentales. Una sociedad que se construye sin
parámetros de lo bueno y de lo malo es una sociedad defectuosa condenada al
exterminio. La humanidad descrita por Pablo es una sociedad que traspasó los
limites, quebraron las cercas del marco y violentaron las leyes.
Una
moral defectuosa, una que a través de la injusticia hizo de lado la verdad y
cuando la verdad es sacada de la vida diaria, entonces el desastre es
inminente. Si hay algo valioso en la verdad es que es verdad. Nos enfrenta, nos
confronta, nos vuelve a la realidad. Con una moral defectuosa, la verdad es
derruida con razonamientos carentes de buen juicio. Razonamientos fuera del
límite de lo coherente y progresivo. Nada puede ser provechoso en un corazón
insensato. Un corazón que perdió su juicio y por dicha razón no puede definir
lo que es bueno y lo que es malo.
Cuando
haces una vida construyendo sin buen juicio. Sin una verdad clara y objetiva.
La imagen que veas de ti y de los demás será borrosa, confusa. Creerás ser algo
pero lo cierto es que tu caída es precipitosa y no hay quién pueda detenerte.
Por
ello, el llamado a la santidad es un establecimiento a los parámetros de la
conducta. La conducta ideal de un verdadero ser humano creado a imagen de Dios.
Podrás buscar en toda la escritura algo diferente, pero no lo hallarás. Solo
encontrarás una invitación constante a hacer lo que es correcto.
Cada
comportamiento contrario a lo que la santidad demanda es condenable, porque
entre más lo practiquen los hombres, más lejos se hacen de su verdadera imagen.
Cada acto negativo es un problema en sí, un problema profundo y destructivo.
Destruye dentro y fuera. Entonces cada
norma tiene su razón de ser. Que si tiene un por qué, claro que tiene un por
qué. Y está bien justificado.
Cuando
pienso en Dios, me gusta ver como no deja escapar detalle. Cada cosa que está
en este libro es un conglomerado de razones. Nada es porque sí. si el llamado a
la santidad es un conjunto de comportamientos en la vida social, no es mero
capricho, no, Dios no obra como los seres humanos, aunque, pienso que ningún ser
humano, al menos no los que tienen 5 sentidos bien puestos, estarán dispuestos
a hacer cosas porque sí, eso sería estúpido e infructífero.
Una
vida social requiere una construcción interna, cada responsabilidad que se
demanda sobre los otros es un trabajo intrínseco en nosotros mismos. Que ayudas
a otro y te ayudas a ti mismo, que amas a otro y te amas a ti mismo, que
perdonas a otro y te perdonas a ti mismo. Allí se hace al hombre, en su día a
día, bajo su libertad, la libertad de ver, razonar y pensar en lo que es bueno.
La
libertad es dominio sobre el impulso. La libertad es pensar para hablar. Es
medir consecuencias, asumir riesgos y ser responsables. Algunos no lo logran,
muchos hemos caído presos de nosotros mismos, merodeamos el caos embebido en el abismo, sin ver claramente, porque
cuando tu mente está nublada, nada es perceptible. Te auto convences de decir
lo que es correcto y bienes a embotarte en tu miserable propia opinión. Una
opinión nefasta y corrupta, una opinión parcializada en tus negociaciones de tu
moral defectuosa. Una moral que vende su alma al que más billetes ofrezca. Un
escenario de politiquería donde todos corren hacia donde más convenga.
El
llamado a la santidad es la luz al final del túnel, la luz que encendió el
Creador para que los seres humanos se libren de sí mismos. De lo contrario,
solo tendremos a un sin número de salvajes dispuestos a devorarse entre sí. No
tienen dientes de sable para desgarrase la piel, pero si palabras que son como
un fuego en medio del bosque. Palabras con el poder de destruir, no el cuerpo,
pero sí el alma. Entonces es preferible que mi enemigo sea un león hambriento,
que un humano desconocido. El instinto al animal lo hará predecible, pero del
ser humano ¿qué puede ser absolutamente cierto de nosotros mismos? Podemos mentirnos en la cara, podemos
maquinar en nuestra mente, podemos crear estrategias de engaño. Tenemos las
palabras, que como símbolos pueden ser pervertidas aunque parezcan lindas. ¿Qué
hacer con los seres humanos, cargados de múltiples intenciones? Salvarlos de
ellos mismos.
Si
santidad fuese un producto para mostrar en una vitrina, para qué trabajar en
nuestro perfeccionamiento. Para qué
tratar a la gente como gente si solo debo ocuparme de venderles la idea de que
soy un alma de Dios. No se crean, soy peligroso en potencia, vive en mí todo lo
bueno y todo lo malo, puede haber un ser despiadado y malo. Uno capaz de
guardar una celda nazi, o disparar un tiro de gracia a 5 judíos en fila, vive
alguien que puede elegir el dinero por encima de las personas, alguien capaz de
mentir para guardarse un lugar ante el consejo. Vive en mí uno capaz de gritar
sin un mínimo de vergüenza ¡crucifíquenle! Y es que no sabes quién eres hasta
que te dicen que tienes que tirar del gatillo y matar a alguien por la espalda.
Eliges dejar el arma en el suelo o convertirte en alguien que sale a disparar
indiscriminadamente.
Sé quién es, lo he visto en el abismo, nos
hemos visto cara a cara. Pero elijo al otro, uno que se esfuerza por hacer lo
correcto. Uno que sabe qué es bueno y qué es malo. Uno razonable y consciente.
Elijo al moldeable, al que escucha. Al que sabe que también hay bondad en su
alma y que solo debe trabajar cada día
más en ella. Vive en mí uno que se pregunta constantemente, entonces ¿qué es
santidad?
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