COACHING CRISTIANO
En el transcurrir del
tiempo los seres humanos han vivido por una razón importante, su crecimiento,
su madurez y su aprendizaje, en esa declaración imperativa de “hagamos al
hombre”. Es allí donde se revela una de las más grandes misiones a la hora de
crear al ser humano. Lograr hacerlo del barro no fue lo significativo, las
manos del Creador fueron las encargadas de dar forma a nuestros cuerpos. Una
construcción física y material de lo que sería el ser humano, tomado de la
tierra, sacado del barro. Pero no fue sino después del soplo del omnipotente
que fue el hombre un alma viviente.
La historia nos ha mostrado cómo los hombres han dedicado su
tiempo y su trabajo en dar respuesta a estas cosas, pero en ese camino han ido
eligiendo el camino del exterior, el cuerpo y la materia. Desde allí nuestro
desarrollo ha sido un desarrollo exterior, relegando al interior como símbolos
de la religión y otro mundo.
El verdadero desarrollo de lo humano está en su crecimiento
interior, lo que genera en su ser, quién es en sus relaciones: Con Dios, con el
prójimo y consigo mismo. Lo que trasciende por encima del conocimiento es la
fijación de sus intenciones, el equilibrio de su dominio, el poder forjar su
identidad en la esencia de su creación. Imitar o emular el carácter divino del
Creador.
Como líderes eclesiales o ministros, debemos ser esos guías
que ayudan a dar respuestas a esas grandes inquietudes del alma de las
personas. Para ello debemos saber quiénes somos como seres humanos, cómo nos
constituimos. Cómo nos relacionamos. Por qué unos triunfan y otros fracasan en
la fe. Si logramos conocer estos orígenes, lograremos una mejor comprensión de
las personas que lideramos y nos convertiremos en grandes guías espirituales.
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