COACHING CRISTIANO

 En el transcurrir del tiempo los seres humanos han vivido por una razón importante, su crecimiento, su madurez y su aprendizaje, en esa declaración imperativa de “hagamos al hombre”. Es allí donde se revela una de las más grandes misiones a la hora de crear al ser humano. Lograr hacerlo del barro no fue lo significativo, las manos del Creador fueron las encargadas de dar forma a nuestros cuerpos. Una construcción física y material de lo que sería el ser humano, tomado de la tierra, sacado del barro. Pero no fue sino después del soplo del omnipotente que fue el hombre un alma viviente.

En la creación podemos notar que Dios creó todas las cosas en su perfecta armonía: el cielo y la tierra, el agua y el fuego, el sol  y la luna, los animales del agua y las aves del cielo. Toda su armonía está fundamentada en las diferencias que se complementan entre sí. Al crear al  ser humano lo hizo alma y cuerpo, dos opuestos que logran una sola y grandiosa creación. Mirando detenidamente esta imagen entonces concluimos que para la formación de un ser humano genuino debe afectarse un desarrollo integral que logre abarcar tanto su alma (vida interior) como su cuerpo (vida exterior).

La historia nos ha mostrado cómo los hombres han dedicado su tiempo y su trabajo en dar respuesta a estas cosas, pero en ese camino han ido eligiendo el camino del exterior, el cuerpo y la materia. Desde allí nuestro desarrollo ha sido un desarrollo exterior, relegando al interior como símbolos de la religión y otro mundo.

El verdadero desarrollo de lo humano está en su crecimiento interior, lo que genera en su ser, quién es en sus relaciones: Con Dios, con el prójimo y consigo mismo. Lo que trasciende por encima del conocimiento es la fijación de sus intenciones, el equilibrio de su dominio, el poder forjar su identidad en la esencia de su creación. Imitar o emular el carácter divino del Creador.

Como líderes eclesiales o ministros, debemos ser esos guías que ayudan a dar respuestas a esas grandes inquietudes del alma de las personas. Para ello debemos saber quiénes somos como seres humanos, cómo nos constituimos. Cómo nos relacionamos. Por qué unos triunfan y otros fracasan en la fe. Si logramos conocer estos orígenes, lograremos una mejor comprensión de las personas que lideramos y nos convertiremos en grandes guías espirituales.
                                                                                              

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